Una nueva vida, esta vez en Abisko

02.07.2015 18:06

Ya hace algo más de dos semana que me despedí de Göteborg y empecé una nueva etapa en Abisko, en la Laponia sueca.  A pesar de que las despedidas fueron dolorosas, el nuevo día a día que tengo aquí compensa haber dejado atrás esa ciudad que me acogió durante 10 meses.

Quién me habría dicho que volvería a este lugar cuando estuve de vacaciones en Enero y pensaba que sería la primera y última vez que andaría por aquí. Abisko ha cambiado muchísimo desde el invierno, cuando todo estaba nevado, teníamos una media de -28ºC y apenas 2 horas de luz. Ahora ni siquiera tenemos noche, 24 h de luz, y la temperatura durante el día ronda los 10-15ºC. Sin embargo, todas las montañas que rodean tanto la estación científica como el pueblo están todavía nevadas, y el aire es fresco y limpio.

Vivo en un edificio (llamado Culex) con otras 16 personas más dentro de la estación científica, entre estudiantes de máster, PhD, y otros universitarios e investigadores. Comparto habitación con dos chicas de EEUU, Amelie y Rose. Amelie es bastante agradable, desde el principio nos caímos muy bien y hemos hecho bastantes cosas juntas en estas semanas. Rose es un poco más rara, cuando no se pasa el día durmiendo anda de un edificio a otro dando a probar alguna de las tartas que hace; pero no es para nada mala persona. No son las únicas que vienen de EEUU: aquí estamos divididos entre europeos y estadounidenses (o Team América, como nosotros les llamamos) y vivimos rodeados de bromas al respecto. Somos medio enemigos medio amigos (parece que los responsables del alojamiento en la estación tienen cierta preferencia respecto a ellos, dándoles un edificio con mucho más espacio y varias neveras, cuando nosotros sólo teníamos una para los 16 que somos). Hemos estado “luchando” por tener una nevera extra y finalmente hace unos días la conseguimos.

Ahora que comparto tanto habitación, cuarto de baño y cocina con tanta gente, siempre hay alguien en algún sitio y por tanto siempre estoy acompañada. La verdad es que echaba de menos algo así después de tanto tiempo viviendo sola en Gotemburgo. Cuando quiero algo de soledad simplemente puedo dar un paseo y no me encontraré absolutamente a nadie. Esto es increíble.

Realmente aún no he empezado a trabajar fuerte, en estas dos semanas he estado asistiendo a seminarios, leyendo artículos, haciendo papeleo (aún ando con ello, pero con esto nunca se para) y ayudando aquí y allá como asistente de campo. La mayoría de las veces he ido con Steffan, un muchacho neerlandés, a coger muestras al rio Miellehjokka y a analizarlas luego en el laboratorio. Hace unos días fui con Gerard (el catalán con el que voy a trabajar la mayor parte del tiempo) a subir hacia Lapporten para coger muestras también. Fue un poco duro porque todavía había bastante nieve y los ríos bajaban muy cargados, tuvimos que cruzar bastantes y dimos algún que otro rodeo arriba y abajo. Pero el paisaje, por supuesto, hacía que el esfuerzo mereciese la pena. Y lo mejor es que tenemos que volver a hacer el mismo recorrido una vez por semana.

El fin de semana pasado fui a un festival de música folk tradicional sueca en Saltoluokta, a unas 4 horas en coche desde Abisko. Fui con Amelie (mi compañera de habitación, de cerca de Boston), Per (un sueco) y Moira (otra estadounidense, de Arizona). Acampamos 2 noches y nos pasamos esos 3 días en medio de un paisaje idílico, escuchando tanto música tradicional sueca, algo de jazz y blues, y un grupo de samis tocando su música tradicional. También hicimos parte del Kungsleden (una especie de camino de peregrino que recorre gran parte de Suecia) que va por esa zona, estuvimos un poco en la sauna del recinto, fuimos a una clase de baile tradicional y tuvimos la oportunidad de hablar con algunos sami. Nos hablaron sobre el significado de la “resistencia sami”: la lucha que tienen con el gobierno sueco para evitar que éste explote los recursos (fundamentalmente minería y recursos forestales) que se encuentran en sus tierras. También nos explicaron un poco sobre su forma de vida, cómo viven de forma nómada siguiendo los pasos de los renos y obteniendo  alimento, pieles, leche, etc. de ellos. Fue un fin de semana increíble conociendo gente bastante interesante y original, todos allí tenían su propia personalidad y algo interesante que contar. De aquel sitio me llevé por fin la impresión que siempre había tenido de Suecia y que había estado intentando encontrar en Gotemburgo: gente que conoce su cultura, su historia, que valora sus tradiciones, que disfruta con su folklore, que disfruta con la naturaleza tan increíble que tienen y que se comportan como una gran familia unida aunque no estén directamente ligados. En el salón de baile podías ver gente de todas las edades bailando al unísono el baile tradicional y sus caras de alegría y satisfacción lo decían todo. Cantaban algunas de las canciones a coro y a menudo cerraban los ojos solo para disfrutar de la música. El interior del edificio (construido en madera) estaba repleto de cornamentas de reno, velas, cuadros con paisajes de la zona… y tanto eso como la chimenea de la esquina hacían que el ambiente fuera super acogedor. Creo que hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto en un sitio tan diferente y con gente desconocida.

Pero no sólo allí me sentí así. La verdad es que aquí en Abisko estoy bastante feliz y creo que estoy pasando una de las mejores etapas de toda mi Erasmus. Estoy aprendiendo bastante, vivo relajada, tengo compañía y diversión, y a la vez suficiente espacio y tiempo para mí misma. No puedo pedir más. 

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