Hora de despedirse...
A veces me gustaría poder ir grabando los pensamientos que tengo mientras paseo por el cañón que cerca al río Abiskojokka, que se fueran escribiendo al tiempo que pasan por mi mente, porque estoy segura de que saldrían unas entradas preciosas para el blog. Sin embargo, lo que hago es esperar días y días para actualizarlo (no tengo más remedio) y, al final, mis palabras pierden prácticamente toda la gracia que da la espontaneidad del momento y lo que hago es agolpar momentos especiales que merecerían una entrada cada uno para poder describir toda su esencia.
En estos días he estado pensando bastante en mi pueblo, cómo no, en la vuelta a casa, pero también he estado comparando mi estancia en Göteborg con mis meses en Abisko. Ahora que hace un año que llegué a Suecia, estoy volviendo a rememorar mis primeros días, cómo afrontaba este tiempo nublado, lluvioso y gris, y cómo lo afronto ahora. Mis circunstancias han cambiado, todo hay que decirlo: ahora estoy rodeada de gente, conozco el país, sus costumbres, su gastronomía, incluso el idioma ya se me hace bastante familiar, cuando al principio todo era nuevo y apenas tenía compañía, por no decir ninguna. El invierno, y en general los días grises de lluvia y nubes, se pasan mucho mejor cuando estamos acompañados, no hay duda. Diría que aquí en Suecia es casi obligatorio buscarte algún grupo de personas con las que pasar el tiempo en los oscuros días de invierno si es que vives solo y no lo tienes. Me da pena pensar en los abuelillos que puedan vivir solos…
Pienso bastante también en lo mucho que me ha influido el clima sueco en todo este tiempo, pero en general, en que he descubierto que soy una persona a la que le afecta bastante el tiempo que haga (aunque creo que a todos nos afecta en cierto grado). Sin embargo, creo que he ganado algo: ahora aprecio tanto a la lluvia como al sol, tanto al día como a la noche y la oscuridad, tanto al frío como al calor. Aprecio lo que el día quiera darme, sea lo que sea.
Pero también he descubierto otras cosas de mí misma. He descubierto que tengo en mi cabeza guardados ciertos recuerdos, lugares e incluso personas asociados con olores; sentimientos asociados con texturas, humedad, viento, temperatura; colores que me recuerdan sabores, sabores que me recuerdan momentos de niñez. Creo que solo te das cuenta de estas cosas cuando te vas a otro sitio (mejor cuanto más diferente al tuyo sea), cambias de ambiente, y dejas que tus sentidos experimenten y estén alerta y abiertos a las nuevas sensaciones que brinda una tierra distinta. Así, el olor a canela (aquí se usa mucha canela) me recuerda a el arroz con leche que solía hacer en mi piso de estudiante en Puerto real; el olor de la hierba mojada a aquel que tanto me gustaba oler cuando por fin teníamos un día de lluvia entre tanto calor, el sabor del aceite de oliva de esas tostadas en La Palmosa (donde solía desayunar con mi familia en los días de reunión familiar en Chiclana), el olor a semillas de piña como las que a mi madre se le ocurrió coger unas navidades para decorar el árbol y que nos acompañó durante algunas navidades más, el olor a humo que me transporta a la chimenea de mi casa en una noche de invierno, el de la tierra revuelta que es el mismo cuando mi padre hace zanjas para plantar cosas en el huerto, el de lavanda y romero como los que también tenemos sembrados, tocar un árbol con bastante corteza y recordar el alcornoque que tan abundante es en mi región, meter la mano en el agua fría de estos ríos y recordar las pozas frescas de mi pueblo en las que me suelo bañar en verano…
Será que realmente echo de menos mi casa, o será que los olores y sabores de Suecia ya los siento también como míos, convirtiéndose ésta en una nueva casa para mí. Y de hecho creo que así es.
Diría que éste ha sido un año largo e intenso, pero me quedaría corta. No puedo decir que esté cansada de estar aquí, porque no lo estoy; simplemente siento que “I’m done here”, es decir, que ya he hecho lo que he venido a hacer aquí, que he aprendido lo que tenía que aprender, que he encontrado lo que andaba buscando y que me siento satisfecha; me marcho satisfecha y con una gran sonrisa. Es tiempo de darle un respiro al cuerpo y al alma, volver con los tuyos, volver a lo conocido, descubrir lo que has cambiado en este tiempo, y descansar de tantas experiencias nuevas: a veces es bueno volver a la normalidad y a la rutina de vez en cuando. Quizás (o muy probablemente) sólo me haga falta un par de semanas de lo dicho para querer volver a volar hacia algo desconocido; he aprendido a su vez que estoy hecha para empezar de cero una y otra vez, y para no parar de satisfacer mis ganas de viajar y conocer otras culturas, de dejar que mi personalidad curiosa siga jugando y experimentando con nuevas personas, lugares, sabores, idiomas, olores, texturas, climas, colores...
He intentado muchas veces escribir una de estas entradas que les he visto a mis otros amigos Erasmus en las que dedican unas palabras a su estancia, a los amigos que han hecho, las experiencias vividas, etc, pero yo no puedo. Para mí ha sido demasiado, no me salen las palabras y no puedo. La única forma en la que puedo describir lo vivido durante todo este año es diciéndoos que Suecia me ha cogido en volandas cual trapo, me ha retorcido, me ha vuelto a estirar, me ha mojado en días grises y me ha secado bajo un sol agradable, me ha vuelto a retorcer para volver a dejarme descansar de nuevo. Me siento usada, o más bien exprimida, influida por muchísimas personas, empapada de una nueva cultura, dolida y a la vez satisfecha y feliz. No he acostumbrado a ir a fiestas, habré bebido un tercio del alcohol que solía beber en España, he pasado bastante tiempo sola, y cuando acompañada, sin nada de españoles. Algunos dirán que lo que yo he hecho no es una Erasmus, y desde luego si es eso lo que significa no, no la he hecho. Lo que he hecho ha sido vivir de verdad en otro país, integrarme y sacarle el máximo partido al tiempo que he pasado aquí. Sentir y conocer Suecia de verdad, como se merece.
Y diréis que ya lo estoy haciendo, que estoy escribiendo sin problemas sobre mi Erasmus, pero os equivocáis, no estoy diciendo ni el 10% de lo que de verdad debería decir.
Sólo diré que regreso, como digo, satisfecha, pues mi objetivo de volver más fuerte, sabia e independiente, lo he alcanzado con creces. Que siempre sentiré que Suecia es mi segundo hogar, y que todas las personas que he conocido a lo largo de este año tendrán siempre un hueco en mi memoria y seguirán influyendo, como hasta ahora, en mi día a día. Y espero con todo mi corazón que yo haya dejado también un buen recuerdo dentro de ellos.
Es hora de decir adiós a este maravilloso país, mi nuevo hogar, pero al menos sabiendo que no es una despedida definitiva.